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Empleadas de hogar sin hogar

Amira estuvo trabajando en una casa, como interna, cuidando a la hija menor de una familia y realizando otras labores de limpieza y cuidado. Casi no dominaba el idioma y su propia familia estaba en Marruecos cuando en 2020, tras anunciar el estado de alarma, le dijeron que ya no contaban con ella. Amira no tenía contrato, ni red, ni donde ir.

A Amira, como a muchas otras, trabajar en una casa a cambio de comida y cama le daba la posibilidad de sobrevivir e ir haciéndose a la nueva ciudad que habitaba hasta que pudiese regularizar su situación y tener un manejo mayor del idioma.

La historia de Amira, podría ser una anécdota, sin embargo, es una historia que penosamente se repite: detrás del sinhogarismo femenino invisibilizado está el empleo de hogar interno que la pandemia por COVID-19 ha sacado a la luz en diferentes partes del mundo, pero que venía de lejos, muestra de ello es la preocupación reciente que muestra el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, especialmente en aquellos casos relacionados con el empleo forzoso.

Nancy tuvo más suerte que Amira, no tenía contrato, pero sí un salario. Dormía en la habitación del hijo mayor que acaba de empezar la universidad, y, aunque no pudo decorarla a su gusto, se permitió poner una foto de su familia a la que enviaba dinero a Colombia hasta que le diagnosticaron una enfermedad degenerativa y la despidieron. Nancy, de un día a otro se vio sin trabajo, sin casa y con una enfermedad que no le permitía trabajar ni hacer vida normal. Como en el caso de Nancy, Amira, y de tantas otras, esta estrategia de alojamiento tan extendida tiene un riesgo considerable: quedarse en la calle.

El sinhogarismo es un fenómeno profundamente conectado con la vulnerabilidad de algunos grupos sociales que hunde sus raíces en causas estructurales como legislaciones de extranjería que aumenta las situaciones de pobreza, maximizando la vulnerabilidad de las personas en situación administrativa irregular o un mercado laboral saturado, con mucho margen para la informalidad o con menores garantías incluso dentro de la legalidad, como es la falta de reconocimiento de enfermedades laborales a las trabajadoras del sector de cuidados.

El empleo de hogar es según la OIT donde más trabajo forzoso encontramos, además, se estima que más del 60% se realiza de manera informal, precarizando las vidas de las trabajadoras, la mayoría mujeres migrantes cuya red familiar es más débil en el país de acogida, a la hora de enfrentar un despido, una convalecencia o una necesidad de cuidados propia.

Aunque no tenemos evidencias científicas sobre la relación entre trabajo de hogar y sinhogarismo, sí que tenemos indicios suficientes como para alarmarnos, y hoy, Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar y de Cuidados, queremos recordar que un lugar donde dormir, no es un hogar, no es un sitio donde poder trazar tu proyecto de vida y tener espacio para la intimidad o para crear lazos en la comunidad, por ello, en HOGAR SÍ apostamos por soluciones de vivienda y por soluciones que garanticen salidas autónomas. Porque creemos en el derecho al hogar de las personas empleadas de hogar.

Ruth Caravantes, Técnica de Investigación de HOGAR SÍ.

 

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