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Por fin la aporofobia está en el Código Penal

El 16 de diciembre de 2005, tres jóvenes quemaron viva a María Rosario Endrinal, una mujer que vivía en un cajero de la ciudad de Barcelona. El suceso conmocionó a la sociedad española no porque fuera la primera vez que se producía un acto de violencia descarnada contra una persona en situación de sinhogarismo, sino porque a través de la grabación de la cámara de la entidad bancaria, toda España pudo ser testigo de la brutalidad que se ejerció contra una mujer que se encontraba indefensa y cuya única falta era ser pobre y carecer de un hogar.

Tuvieron que pasar casi cinco años, y gracias muy particularmente al trabajo y las reflexiones de Miguel Ángel Aguilar, actual fiscal delegado de delitos de odio de Barcelona, para que en el ámbito judicial empezara a debatirse seriamente sobre la necesidad de que los delitos cometidos contra personas por el mero hecho de ser pobres fueran considerados delitos de odio. Este debate abrió muchas puertas, no solo en el ámbito judicial, sino en el de las políticas públicas de seguridad, que han sido la base de los avances que hemos vivido los últimos años.

En 2014 y con la lección aprendida al respecto de que, si no se visibilizaba la violencia contra las personas en situación de sinhogarismo la sociedad no actuaría, nació el Observatorio HATEnto que hemos coordinado HOGAR SÍ y que ha contado con la participación de entidades como Bokatas, Assis o Unijepol, así como la financiación del actual Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030. Fue en 2015, cuando aparecieron los primeros resultados de nuestras investigaciones, al menos el 47% de las personas en situación de sinhogarismo habían sido víctimas de algún tipo de incidente o delito de odio. Casi el 43% de las víctimas habían sufrido insultos y vejaciones, el 40% agresiones físicas, al 10,5% les habían robado sus escasas pertenencias. Además, seis de cada diez agresiones sucedían por la noche mientras las personas dormían.

Tener una primera constatación de la enorme dimensión de la violencia que sufren las personas en situación de sinhogarismo, unido a la oportunidad que suponía la existencia desde 2013 de una red de fiscales especializados en delitos de odio, nos llevó a dar un paso más y a abrir en 2017 una oficina virtual para la denuncia de hechos aporofóbicos contra personas en situación de sinhogarismo.

Y aquí nos volvimos a encontrar con otra gran barrera para perseguirlos: la aporofobia seguía sin estar en el Código Penal y aunque trasladábamos sucesos aporofóbicos a la fiscalía y servicios policiales, y aunque estos en muchos casos hacían un magnífico trabajo, los actos nunca se juzgaban desde su carácter de odio a las personas por ser pobres porque la aporofobia no se encontraba en el Código Penal.

Así que empezamos otra lucha y en 2018 logramos llevar, de la mano del aquel entonces senador Joan Comorena, una proposición de ley que fue aprobada unánimente por aquella cámara para introducir la aporofobia en el Código Penal. Desgraciadamente, la inestable vida política de nuestro país de estos años llevó a elecciones anticipadas y que no se aprobara esta reforma en el Congreso de los Diputados y por ello su tramitación finalizó sin que fuera debatida en la cámara baja. Aunque no logramos que esta palabra apareciera recogida en el Código Penal, sí que entró en el imaginario colectivo, por eso en 2018 la Fundación del Español Urgente (FUNDEU) la eligió como su palabra del año, consolidando el uso de este concepto acuñado por la filósofa Adela Cortina.

Hemos tenido que esperar tres años más, para que a través de la ley de protección integral la infancia y la adolescencia frente a la violencia, sea una realidad la entrada de la aporofobia en el Código Penal, no solo como agravante, sino también en aspectos como la persecución de la discriminación en determinados ámbitos o las conductas que promueven el discurso de odio contra las personas pobres y en situación de sinhogarismo.

Queremos terminar haciendo notar que, si bien estos son enormes avances que además convierten a España en uno de los estados pioneros a nivel europeo y seguramente del mundo en la lucha contra la aporofobia, ninguna persona en situación de sinhogarismo estará a salvo de la violencia hasta que, en vez de tener para protegerse un simple pestillo en la puerta de un cajero automático, disponga de una vivienda a la que pueda llamar hogar.

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