Desmontando mitos sobre las personas sin hogar tras el atentado de Manchester
Nuestra compañera Cristina Hernández reflexiona en este artículo* sobre lo publicado en los medios tras la actuación de dos personas sin hogar en el atentado de Manchester.
*Publicado en La Tribuna de El Español
“Dos sintecho, héroes inesperados del Manchester Arena” / “Dos sin techo que atendieron a los heridos y una mujer que puso a salvo en un hotel a 50 adolescentes se convierten en los héroes del atentado de Mánchester” / ”Dos mendigos, héroes de Manchester” / “Héroes en la tragedia de Mánchester, como un mendigo que ayudó a las víctimas tras la explosión”.
De este modo o similar nos enterábamos la semana pasada sobre la actuación de dos ciudadanos británicos sin hogar en el terrible atentando de Manchester en el que perdieron la vida 22 personas.¿Inesperados? ¿Ayuda desinteresada? ¿Héroes? A las personas que trabajamos con personas sin hogar no nos pasaron inadvertidos estos titulares. Las noticias en radio, prensa y televisión destacaban la situación de sinhogarismo para señalar lo extraordinario de su actuación construyendo el relato desde la sorpresa. La reflexión es fácil: si construimos esta noticia desde la sorpresa ¿Es por qué esperábamos algo distinto? ¿Qué reacciones esperamos de una persona sin hogar? Y sobre todo ¿Por qué? ¿Nos sorprende que una persona sin hogar sea buena persona? ¿Por qué?
Se ha construido una representación social de las personas sin hogar que por un lado las culpabiliza de su situación (“están en la calle porque quieren”, “algo habrán hecho mal en su vida para acabar así”, “lo que tienen que hacer es buscar un trabajo”) y por otro, vincula a las personas sin hogar con la delincuencia. Es decir, socialmente hemos colocado a las personas sin hogar en un rol de “potenciales delincuentes”.
Es por esto que sentimos miedo y una amenaza ante la presencia de una persona sin hogar, por eso evitamos pasar por la noche por los lugares donde viven o sacar dinero en un cajero donde duermen, por poner algunos ejemplos. Este imaginario social construido a base de mitos junto con algunas políticas públicas de “seguridad” y “convivencia ciudadana” y ciertas prácticas periodísticas en torno a la pobreza han favorecido esta construcción social que criminaliza a las personas sin hogar. Podemos sugerir que cuando las personas sin hogar se comportan de modo distinto al esperado según esta errónea construcción social, nos sorprende. Y se convierte en titulares.
Sin embargo, también parece que la actuación de estas dos personas sin hogar en Manchester ha desencadenado unos comportamientos de solidaridad hacia las personas sin hogar. Bienvenida sea esta noticia si en medio del horror nos sirve para romper mitos y estereotipos que hemos construido alrededor de las personas sin hogar. Bienvenidos sean estos titulares si debilita el muro invisible que hemos construido en nuestras ciudades entre “ellos” y “nosotros”. Ese muro que hace posible que convivamos con vulneraciones de derechos humanos en nuestras calles y plazas y podamos seguir con nuestras rutinas cotidianas.
Nos gusta hablar de sinhogarismo en lugar de hablar de “personas sin techo” para poner el foco el fenómeno. El sinhogarismo es un fenómeno en el que colisionan factores individuales y estructurales y que hunde sus raíces en causas políticas, sociales y económicas que obstaculizan el acceso a la vivienda y a un empleo. Enfocar desde la caridad la solución de problemas sociales que son estructurales es un error. La caridad no erradica ni soluciona ningún problema estructural, en el mejor de los casos remedia necesidades muy concretas y específicas de una persona.
La caridad también alivia culpas. Necesitamos cambiar la mirada si queremos construir ciudades más justas en las que nadie viva en la calle. No esperemos a que las personas sin hogar se conviertan en héroes ocasionales para brindarles nuestra solidaridad y compromiso. No esperemos a que sucedan eventos extraordinarios para reconocer la situación de injusticia social y extrema vulnerabilidad de las personas sin hogar. Una sociedad democrática no puede permitirse abandonar más allá de los márgenes a parte de su ciudadanía.