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Las mascotas, también familia para las personas en situación de sinhogarismo

“Sin mis animales no soy yo. Yo soy Antonio, el de los animales”. Son las palabras que Antonio dedica a sus mascotas cuando habla de qué significan para él. Y es que para las personas que viven o han vivido en situación de sinhogarismo, estos acompañantes son clave en sus vidas: son sus familias.

En un día que rinde homenaje a los animales, dedicamos este espacio a los compañeros de vida -generalmente de cuatro patas- de las personas a las que acompañamos en HOGAR SÍ. Los lazos que nacen entre las personas que se han visto obligadas a vivir en la calle y sus mascotas son tan importantes que no hemos podido dejar pasar la oportunidad de compartir las historias de Rita, Antonio y José María, participantes de la solución de vivienda Housing First. Para ellos, tener un hogar no significa solo salir de la calle y recuperar su derecho a la vivienda, también supone poder compartir sus vidas con sus mascotas en un marco de seguridad.

Rita vive con sus dos gatos, a los que llama sus bebés, y a los que incluso dedica publicaciones en sus redes sociales. Para ella, sus dos mininos son el pilar al que aferrarse cuando tiene sensaciones negativas: “Cuando me siento mal, no dejan que me desanime. Juegan conmigo, me miman… no me dejan caer”.

Rita, que ya compartía su vida con su gato Antonio cuando vivía en la calle, no tiene más que palabras de agradecimiento cuando habla de tener su propio hogar y compartirlo con él y con Víctor, su otro felino, también de color blanco y negro. Cuando le preguntamos qué le aporta a ella y a sus mascotas tener una vivienda donde poder llevar adelante su vida, nos contesta que tener un hogar es también poder tener un lugar donde alimentarles, donde dormir calentitos… “¡y donde poder ser felices y hacerme la vida más feliz a mí también!”.

Antonio había construido su propio refugio donde convivía con animales domésticos e incluso de granja. Sin embargo, las circunstancias le llevaron a terminar viviendo en la calle, en un sistema donde los recursos para las personas en situación de sinhogarismo no contemplan la entrada de animales.

Su incorporación a Housing First no fue fácil, pues en aquel momento su contrato tampoco incluía la posibilidad de compartir su vivienda con animales, por lo que tuvo que separase de sus dos perros. Sin embargo, Antonio no podía dejarlos ir: el vínculo era demasiado fuerte. Por ello, se decidió a luchar y poner todos los medios a su alcance hasta que consiguió reunirse con ellos cuatro meses después. Ahora, vive con sus dos perros, Vita y Rayo; con su gata Bonnie, dos periquitos, una mista y un jilguero: “Para mí, estar con mis animales lo es todo. Los crie yo, nacieron conmigo. Son mi vida, igual que mis hijos y mientras los tenga soy muy feliz”.

Antonio habla de las largas conversaciones que mantiene con su gata y lo hace mientras escuchamos el piar de sus pájaros de fondo. Es una historia de éxito: a punto de salir de su actual piso hacia una vida completamente autónoma, ya tiene encauzada la compra de un terreno donde podrá volver a montar su granja.

El sinhogarismo es un fenómeno estructural que deriva de los impedimentos que evitan el acceso a una vivienda. La falta de red social es a la vez causa y consecuencia. Para muchas de las personas que viven en la calle, los animales con los que conviven son su único vínculo emocional y es por ello que, cuando el sistema ofrece plazas en alojamientos colectivos como los albergues, donde la entrada de los animales no está permitida, los rechazan. La realidad de las personas que no tienen hogar con animales es que quedan a la intemperie por no perder la compañía de sus seres más queridos, lo cual no sólo significa sufrir el calor, el frío o la falta de privacidad, sino también correr el riesgo de sufrir agresiones. Es el caso de José María.

José María pasó ocho largos años en la calle, negándose a separarse de su compañero canino Curro. Durante esos ocho años, José María sufrió diferentes agresiones aporofóbicas: desde recibir un navajazo, hasta pasar por varios intentos de quemarle vivo. La última paliza que recibió, hace poco más de dos años, le supuso la invalidez de su brazo derecho, que lleva en cabestrillo desde entonces. Gracias a un trabajador de HOGAR SÍ que procuró acercársele cuando aún vivía en la calle, José María ha logrado salir de esa situación y ahora se encuentra en una vivienda autogestionada que, además de brindarle seguridad, puede disfrutar junto a su inseparable Curro.

En un día dedicado al cariño profesado entre animales y personas, no podemos dejar de reivindicar que todos ellos tengan un hogar donde compartir su felicidad y donde, a fin de cuentas, puedan desarrollar su propia historia de vida de una forma segura y digna.

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