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La inmeritocracia de quienes sufren el sinhogarismo

“¿Me escuchan?” Son las últimas palabras grabadas de Sean Bickings, un joven en situación de sinhogarismo de 34 años que murió ahogado en un lago en Arizona. Sean tomó una mala decisión: saltar a un lago a nadar cuando unos oficiales de policía le indicaron que no estaba permitido, los agentes de policía tomaron una decisión aún peor y que quedó recogida en un vídeo: no hicieron nada por rescatar a Sean y uno de ellos dijo explícitamente que no iba a saltar al agua por él. 

Durante los últimos meses hemos estado escuchando mucho hablar del término meritocracia. El debate, sin duda, lo abrió el magnífico informe elaborado por el Think Tank “Future Policy lab”, que lleva como título “Derribando el dique de la meritocracia” . A este debate se han sumado académicos, periodistas y representantes políticos generando un debate muy apasionado, lo que pone de manifiesto el carácter central que este concepto cumple en nuestra sociedad. 

Quienes trabajamos en el ámbito del sinhogarismo conocemos bien la cuestión de la meritocracia ya que el sistema tradicional de atención al sinhogarismo, el conocido como sistema en escalera, está fundamentado en esa idea: 

 Las personas en situación de sinhogarismo tienen que ir pasando por una serie de fases o peldaños (calle, albergue temporal, albergue media estancia, vivienda tutelada…), ir esforzándose por obtener objetivos de inclusión en itinerarios estandarizados, fijados y supervisados por profesionales (talleres de habilidades, búsqueda de empleo, adherencia a tratamientos…), para al final del camino, supuestamente lograr acceder a un hogar.  

Esto que puede parecer a quienes lean este artículo algo muy razonable incurre en una serie perversiones: 

 La primera y fundamental es que no funciona para un importante porcentaje de personas, ya que el 44% de las personas en situación de sinhogarismo en nuestro país lleva 3 o más años en dicha situación. La segunda, que institucionaliza a las personas, las despoja de su dignidad, su autonomía y sus habilidades.  La tercera, que convierte el derecho a tener un hogar y otros muchos, en algo que “hay que merecer” y no en algo que sea inherente a las personas. 

En lo que a “merecer” se refiere, el informe elaborado por el Future Policy Lab  señala de manera muy certera que el mito de la meritocracia es problemático, porque aunque discursivamente el esfuerzo tiene un papel fundamental en lo meritocrático, en la realidad, no es así y  el sinhogarismo es un perfecto ejemplo de ello.  ¿Alguien puede imaginarse el esfuerzo que requiere el mero hecho de seguir con vida viviendo en la calle? Cada día tener que buscar donde dormir o asearse, obtener alimento, ropa, no tener un lugar donde cuidar la salud, recuperarse de enfermedades y vivir el constante riesgo de sufrir todo tipo de violencias y discriminaciones. Un solo día nos extenuaría a cualquiera ahora imaginemos 1, 3 ó 10 años en dicha situación. 

Reflexionando sobre por qué este esfuerzo no era tenido en cuenta, llegamos a una idea de que las personas en situación de sinhogarismo, representan la inmeritocracia que se resume en que todo lo malo que les suceda se justifica basándose en tres cuestiones:  

Primero, la presunta falta de esfuerzo de esta persona por resolver su situación, que ya hemos visto que es falso, porque estas personas dedican la mayor parte de sus energías solo a sobrevivir. Una derivada de esto es que sí que se esfuerzan, pero que no hacen lo que técnicos y profesionales indican, como si el hecho de carecer de un hogar anulara la voluntad de las personas para ser capaces de tomar decisiones sobre su propia vida. 

Segundo, la presencia de características personales que no les hacen merecedoras de los derechos básicos, como son por ejemplo tener una discapacidad o  algún problema de salud mental. 

 Y, por último, presuntas o reales malas decisiones que han tomado estas personas y que justifican su situación y todo lo que les pase. La idea de que las personas pobres, las personas en situación de sinhogarismo, no tienen el derecho a fracasar ni a equivocarse. 

Tras estas líneas, creemos que puede quedar más claro el mecanismo por el que un policía decidió decirle a Sean Bricks, el joven de 34 años que murió ahogado, que no iba a saltar al agua a por él, si moría, era porque había hecho méritos para ello, porque lo merecía.  

Por todo esto, en HOGAR SÍ trabajamos con una perspectiva de derechos y desinstitucionalizadora.  Nuestras evidencias  muestran que es técnicamente viable resolver el sinhogarismo, que existen metodologías y mecanismos que nos ofrecen apoyos a las personas para que tomemos decisiones de manera autónoma sobre nuestras vidas sin que sus consecuencias sean fatales y desde luego que es posible lograr que las más de 33.000 personas que en nuestro país están en situación de sinhogarismo salgan de esa situación y dejen de tener que hacer méritos cada día para lograr seguir con vida. 

Maribel Ramos Vergeles | Subdirectora de HOGAR SÍ
Gonzalo Caro Sagüés | Coordinador de Relaciones Institucionales de HOGAR SÍ 

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